Hebreos 9:22 Y casi todo, según la ley, se purifica con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón.


Según la ley de Dios, para que el pecado sea perdonado y borrado, es absolutamente necesario derramar sangre por esa persona.

Desde la antigüedad hasta nuestros días, esta ley permanece.

  • Cuando Adán pecó, el Señor tomó un animal y lo sacrificó, la sangre de un animal fue derramada para cubrir su iniquidad. Y se los puso.

Génesis 3:21 Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.

  • Abel y Caín hicieron sus ofrendas. La ofrenda que se aceptaba era la del sacrificio de un animal.
  • Noé, saliendo del arca, ofreció un sacrificio animal en el altar al Señor, el cual aceptó.

Génesis 8, 21 Y el Señor olió un aroma relajante. Entonces el Señor dijo en su corazón: “Nunca más volveré a maldecir la tierra por causa del hombre…

  • Abraham también fue probado para sacrificar a su único hijo, y no dudó en hacerlo. El Señor vio su corazón y en su lugar se sacrificó un carnero: un sacrificio de sangre. (Génesis 22,13)
  • En tiempos de Moisés, para ser perdonado era necesario ofrecer un animal como sacrificio de expiación (Levítico 1,4)

Y esto hasta el tiempo de Juan el Bautista cuando tuvo la revelación de que Jesús vino como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo.

  • Jesús nos redimió al derramar su sangre, por eso es el cordero de Dios, el sacrificio.

La sangre de Jesús es poderosa y válida para perdonar y lavar todo pecado por muy mala que sea la iniquidad. Tan pronto como aceptamos de todo corazón a Jesús como Señor y Salvador, somos perdonados por su sangre.

Sin derramamiento de sangre, es por tanto imposible ser perdonado para recibir la vida.

Es la única forma de ser salvo.

Oremos:
Señor, me amaste tanto, me salvaste dando tu vida.
Gracias por tu sangre que fluyó por mí. 
Te pido que me perdones por todas mis iniquidades, por todas mis ofensas. 
Recibo tu sangre en mi vida, en mi corazón, en mi mente. 
Que todo espíritu de oscuridad adherido a mi vida sea eliminado en el nombre de Jesús. 
Que todo espíritu de culpa sea destruido en el nombre de Jesús. 
Declaro que: Soy salvo por la sangre de Jesús, 
soy perdonado y justificado por la sangre de Jesús. 
En el nombre de Jesucristo de Nazaret, oramos. ¡Amén!
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